¿Quienes fueron los ‘Viracocha’?

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Cuando los españoles llegaron a América, a la zona de Centroamérica, con sus poderosas armas -en comparación con las que tenía los habitantes del lugar-, sus caballos y su indumentaria, llamaron mucho la atención entre los nativos, que lejos de sorprenderse los comenzaron a llamar «Viracochas», ello llenó de asombro al conquistador español Francisco Pizarro.

Los nativos veían en aquellos españoles a una deidad que visitó hacia mucho tiempo su tierra y que tenían una característica común con aquellos codiciosos españoles: piel clara, cabellos claros y barba, a imagen del dios Viracocha.

Los cronistas españoles dieron cumplida cuenta de ello describiendo a Viracocha como un dios de piel blanco, cabello claro, barba y alto de estatura. Igualmente encontraron leyendas que hablaban de Quetzalcoatl, un dios blanco «que tenía el pelo claro y vestía ropa negra con cruces rojas», tal y como recogía fray Juan de Torquemada (no confundir con el inquisidor Tomás de Torquemada) en las tradiciones indígenas del México Prehispánico, aunque en muchas ocasiones se deformaba las descripciones adaptándolas a la fe conquistadora.

Pero Quetzalcoatl es, por siempre, «la serpiente emplumada», las energías telúricas que ascienden, de ahí el símil con el reptil. Simboliza la vida, la vegetación, el alimento espiritual y físico. Curiosamente Quetzalcoatl tendría sus analogía en otras culturas prehispánicas ya que para los mayas sería Kukulkán, Gucumatz para los pueblos de América central, Votan en Palenque, Zamná en Izamal, Amaru en Perú -donde la tierra de los ‘amaruca’ significa «tierra de las serpientes emplumadas» y Viracocha para los Incas.

Los ‘Viracochas’ parece que se trataban de hombres blancos llegados a tierras del Nuevo Mundo mucho antes de su descubrimiento, llegados en embarcaciones que surcaron el mar y que poseían capacidades que aquellos indígenas no lograban describir más que a través de metáforas tales como la que describe a Tescatlipoca que poseía un «espejo humeante» con el que veía a la humanidad y podía encarcelar las almas de aquellos que osaban incomodarle, se cree que era una referencia a la muerte. Curiosamente los dioses desaparecieron y se describe su partida con la promesa de un futuro regreso, por ello estos pueblos creyeron que aquellos españoles con sed de oro eran los «Viracochas» que regresaban.

En los modernos libros de Historia Viracocha es identificado con el dios supremo de los Incas aunque su realidad puede distar mucho de lo que nos cuenta la ortodoxia científica.