Resuelven el enigma de la Piedra del Altar de Stonehenge

«Al sumergirnos en el mundo microscópico de los minerales de la Piedra del Altar, encontramos una historia escrita en el tiempo», explica Clarke

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Vista aérea de Stonehenge.
Monumento megalítico de Stonehenge.

Durante milenios, el enigmático monumento de Stonehenge ha intrigado a arqueólogos e historiadores por igual. Uno de sus mayores misterios ha sido desentrañado recientemente: la monumental Piedra del Altar, un bloque de arenisca de seis toneladas que yace en el corazón del círculo de piedras, no proviene de las proximidades, como se creía, sino de un lugar mucho más lejano: el noreste de Escocia.

Un nuevo estudio, publicado en la prestigiosa revista Nature, ha revelado esta sorprendente verdad. Los investigadores de la Universidad de Curtin, tras analizar minuciosamente la composición química y la edad de los minerales presentes en la piedra, han concluido que su origen se encuentra a nada menos que 750 kilómetros de distancia de Stonehenge.

Esta revelación plantea interrogantes fascinantes sobre las capacidades técnicas y organizativas de las sociedades que habitaban Europa hace 5.000 años. ¿Cómo lograron transportar una roca de tales dimensiones a través de tan vastas distancias? ¿Qué tipo de infraestructuras y conocimientos marítimos poseían para llevar a cabo semejante hazaña? Las respuestas a estas preguntas desafían las nociones preconcebidas que teníamos sobre las civilizaciones neolíticas.

La Piedra del Altar, un bloque de arenisca de 50 centímetros de espesor y dimensiones de 5 por 1 metros, se encuentra en el centro del icónico círculo de piedras de Wiltshire. Su posición central y su origen lejano sugieren que tenía una importancia ritual o simbólica excepcional para aquellos que la transportaron y erigieron en este lugar sagrado.

Anthony Clarke, estudiante de doctorado y autor principal del estudio, explica que el análisis de los minerales ha permitido identificar con precisión la procedencia de la piedra, descartando así la hipótesis de que fuera originaria de Gales, como se creía anteriormente. Los resultados obtenidos ofrecen una nueva perspectiva sobre las complejas redes de intercambio y las avanzadas habilidades de navegación que existían en aquella época.

Este descubrimiento no solo reescribe la historia de Stonehenge, sino que también nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la humanidad. La capacidad de cooperar y trabajar en conjunto para alcanzar un objetivo común, en este caso, la construcción de un monumento de tal magnitud, es una característica que nos define como especie y que trasciende las barreras del tiempo y el espacio.

El misterio de la Piedra del Altar de Stonehenge nos revela un pasado más complejo y fascinante de lo que imaginábamos. Las sociedades neolíticas eran capaces de grandes proezas técnicas y organizativas, y el transporte de esta monumental roca desde Escocia hasta el sur de Inglaterra es un testimonio de ello. Este hallazgo nos invita a seguir explorando y descubriendo los secretos que aún encierra este enigmático monumento.

La clave está en los minerales

El estudiante de doctorado Anthony Clarke y su equipo de la Universidad de Curtin han realizado un descubrimiento que reescribe la historia de Stonehenge. Al analizar la composición química y la edad de los minerales presentes en la Piedra del Altar, han concluido que este monolito de seis toneladas fue transportado desde el noreste de Escocia, a una distancia de más de 750 kilómetros.

«Al sumergirnos en el mundo microscópico de los minerales de la Piedra del Altar, encontramos una historia escrita en el tiempo», explica Clarke. «Los granos minerales que la componen tienen edades que oscilan entre los 1.000 y los 2.000 millones de años, mientras que otros son más jóvenes, con alrededor de 450 millones de años. Esta combinación única de edades y elementos químicos es como una huella digital que nos lleva directamente a las rocas de la Cuenca Orcadiana, en Escocia.»

Esta revelación plantea interrogantes fascinantes sobre las capacidades de las sociedades neolíticas. ¿Cómo lograron transportar una roca de tales dimensiones a través de tan vastas distancias? ¿Qué tipo de tecnología y organización social necesitaron para llevar a cabo semejante hazaña?

El profesor Chris Kirkland, coautor del estudio, señala que este hallazgo tiene implicaciones profundas para nuestra comprensión de las comunidades antiguas. «El transporte de la Piedra del Altar desde Escocia hasta Stonehenge revela un nivel de coordinación y planificación social que desafía las nociones tradicionales sobre la complejidad de las sociedades neolíticas. Esto implica la existencia de redes comerciales a larga distancia, un conocimiento avanzado de la navegación y una organización social mucho más sofisticada de lo que se creía.»

La hipótesis más probable es que la piedra fuera transportada por mar, siguiendo la costa de Gran Bretaña. Esta ruta, aunque larga y peligrosa, habría sido más factible que un transporte terrestre a través de un terreno accidentado.

El estudio de la Piedra del Altar nos ofrece una nueva perspectiva sobre el pasado. Nos muestra que las sociedades neolíticas eran capaces de grandes proezas, y que Stonehenge no es simplemente un monumento, sino un testimonio de la capacidad humana para conectar diferentes regiones y culturas a través del tiempo y el espacio. Este descubrimiento nos invita a seguir explorando los misterios que aún encierra este icónico lugar.