El presidente estadounidense Joe Biden ha generado una nueva ola, otra más, de controversia internacional al permitir el suministro de minas terrestres antipersonales al ejército ucraniano, según ha informado The Washington Post. Esta decisión coincide con la reciente autorización de la Casa Blanca para que Ucrania utilice misiles de largo alcance contra objetivos estratégicos en la región rusa de Kursk, un territorio parcialmente controlado por Ucrania y con presencia de tropas norcoreanas que apoyan a Rusia.
Aunque la Casa Blanca ha condicionado el uso de estas armas a que se desplieguen exclusivamente en suelo ucraniano y lejos de áreas civiles, la medida ha sido recibida con un amplio rechazo en la comunidad internacional, dada la naturaleza indiscriminada de estos dispositivos y su impacto prolongado incluso tras el fin de los conflictos.
El Tratado de Ottawa y la polémica de las minas antipersonales
El Tratado de Ottawa de 1999, suscrito por más de 160 países, prohíbe la producción, almacenamiento y uso de minas terrestres antipersonales debido a su potencial para causar víctimas civiles indiscriminadas. No obstante, grandes potencias como Estados Unidos, Rusia, China e India se han negado a adherirse a este acuerdo. Estas armas, que permanecen activas durante años, representan una amenaza constante incluso tras la retirada de las tropas.
La Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona (ICBL), galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1997, ha condenado enérgicamente la decisión de Biden y ha recordado que Ucrania, como firmante del Tratado de Ottawa, tiene el deber de rechazar estas armas.
Un informe reciente de la ICBL destaca que Ucrania fue el cuarto país del mundo con más víctimas por minas antipersonales en 2023, con 580 casos registrados. Esto refuerza las preocupaciones sobre el uso de estos artefactos en el contexto actual.
«Un paso hacia la Tercera Guerra Mundial», advierte Rusia
Desde Moscú, la respuesta no se ha hecho esperar. Vladimir Dzhabarov, vicepresidente del comité de asuntos exteriores del Consejo de la Federación Rusa, calificó la decisión estadounidense como «un gran paso hacia el comienzo de la Tercera Guerra Mundial». La legisladora Maria Butina también criticó la medida, acusando a la administración Biden de buscar una escalada del conflicto antes de dejar el poder.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, se sumó a las críticas, señalando que la administración saliente de Estados Unidos «hace todo lo posible por prolongar la guerra en el tiempo que les queda». En un giro escalofriante, el presidente Vladimir Putin firmó un decreto que autoriza el uso de armas nucleares en respuesta a ataques convencionales que comprometan la soberanía rusa.
Presión sobre Zelenski y Estados Unidos
Por su parte, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, evitó referirse directamente al suministro de minas antipersonales, pero subrayó la dependencia de Ucrania del apoyo militar estadounidense en una entrevista con Fox News. «Si Estados Unidos corta la financiación, perderemos», admitió Zelenski, en referencia a los planes del presidente electo Donald Trump de limitar la ayuda a Ucrania. El líder ucraniano destacó la importancia del respaldo estadounidense no solo para sostener la guerra, sino también para reducir la presión económica en torno a los recursos energéticos.
La decisión de Biden ha desatado tensiones tanto en el ámbito diplomático como en la opinión pública global. Mientras la Casa Blanca defiende la medida como una forma de fortalecer la resistencia ucraniana, las críticas apuntan a los riesgos humanitarios y la posibilidad de una escalada catastrófica en el conflicto.
Con un número creciente de actores internacionales involucrados, el conflicto en Ucrania parece alejarse cada vez más de una resolución pacífica, y el debate sobre el uso de armas como las minas antipersonales vuelve a poner de manifiesto las complejidades éticas y políticas de la guerra moderna.