La ‘sociedad de la niebla’, terror en Los Andes con la tragedia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya

El fuselaje del avión se había detenido sobre un glaciar a una altura de 3.570 metros en el Departamento de San Rafael, Provincia de Mendoza.

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La tragedia de Los Andes.
La desgracia del vuelo 571 en Los Andes.

El 13 de octubre de 1972, un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en la cordillera de los Andes. El accidente, que se conoció como la «tragedia de los Andes», dejó 29 muertos y 16 superviviente.

El avión, un Fairchild FH-227D, transportaba a 45 personas, incluidos 19 miembros del equipo de rugby Old Christians Club, junto con algunos familiares, simpatizantes y amigos. El vuelo había partido de Montevideo, Uruguay, con destino a Santiago de Chile.

El avión se estrelló en la ladera de una montaña a una altitud de 3.570 metros. El impacto provocó la muerte de tres miembros de la tripulación y diez pasajeros. Cuatro personas más murieron durante la primera noche debido a las bajas temperaturas y sus graves heridas.

Los 16 supervivientes se enfrentaron a condiciones extremas. Sufrían de hambre, sed y congelación. En las semanas siguientes, murieron doce más, entre ellos ocho por un alud de nieve.

Los cuatro supervivientes restantes, Nando Parrado, Roberto Canessa, Antonio Vizintín y Gustavo Zerbino, se mantuvieron unidos y decididos a sobrevivir. El 12 de diciembre, Parrado y Canessa escalaron un pico de 4.650 metros de altura y se encontraron con un arriero chileno. El arriero alertó a las autoridades, que rescataron a los sobrevivientes el 21 de diciembre.

La historia de los supervivientes del vuelo 571 se convirtió en un símbolo de esperanza y supervivencia. Su historia ha sido contada en libros, películas y documentales como «¡Viven!» o «La sociedad de la nieve» de J. A. Bayona.

Una historia de tragedia y supervivencia

En 1972, un equipo de rugby uruguayo se preparaba para viajar a Chile para disputar un partido. Contrataron un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya para el viaje, pero un frente de tormenta sobre la cordillera de los Andes los obligó a aterrizar en Mendoza, Argentina.

El día siguiente, el clima aún no había mejorado, pero el piloto decidió despegar. El avión voló hacia el sur, siguiendo una ruta más larga para evitar las montañas. A las 15:21, el avión sobrevolaba el Paso del Planchón, el punto de traspaso del control de tráfico aéreo de Argentina a Chile. El piloto informó a los controladores que estaba listo para comenzar el descenso hacia Santiago.

Sin embargo, el avión nunca llegó a Santiago. Se estrelló contra la ladera de una montaña a una altitud de 3.570 metros. El accidente dejó 29 muertos y 16 supervivientes.

Causas del accidente

Según la investigación oficial, el accidente fue causado por un error del copiloto, quien giró el avión demasiado pronto y comenzó el descenso a Santiago mientras la aeronave aún estaba en lo alto de los Andes. El avión impactó contra la montaña entre dos y tres veces. El primer impacto se produjo cuando el cono de cola del fuselaje golpeó la cresta de 4.200 metros de altura. La siguiente colisión separó el ala derecha del fuselaje y fue arrojada hacia atrás con tal fuerza que arrancó el estabilizador vertical.

El avión continuó unos segundos más hacia adelante y 200 metros hacia arriba cuando el ala izquierda impactó contra un afloramiento rocoso a 4.400 metros que le arrancó el ala izquierda. Una de las hélices perforó el fuselaje cuando se desprendió su ala. La parte delantera del fuselaje surcó el aire antes de deslizarse unos 725 metros por la pendiente empinada a 350 km/h como por un tobogán, para detenerse luego de impactar contra un banco de nieve y hielo.

El fuselaje del avión se había detenido sobre un glaciar a una altura de 3.570 metros en el Departamento de San Rafael, Provincia de Mendoza. Tres pasajeros, el navegante y el auxiliar de vuelo murieron en el impacto inicial. Dos pasajeros más cayeron al vacío por el agujero trasero del fuselaje.

Treinta y tres pasajeros permanecieron con vida luego del accidente, aunque varios con heridas graves. Roberto Canessa y Gustavo Zerbino, ambos estudiantes de Medicina, realizaron un triaje de los heridos para priorizar a los más necesitados. Los sobrevivientes ignoraban que el complejo de veraneo abandonado Hotel Termas se encontraba a 21 kilómetros al este del lugar del accidente.

La búsqueda

A la hora vencida del arribo programado del Vuelo 571 en Santiago, el Servicio de Búsqueda y Salvamento Aéreo de Chile (SARS) fue notificado que el vuelo estaba extraviado. Esa misma tarde cuatro aviones sobrevolaron la zona estimada del accidente hasta que oscureció.

El segundo día, once aviones de Argentina, Chile y Uruguay salieron en busca del avión accidentado. El área de búsqueda incluyó el lugar del accidente y tres aviones hasta sobrevolaron a los accidentados pero no lograron divisar el fuselaje blanco contra la nieve.

Las duras condiciones dieron a los buscadores pocas esperanzas de encontrar a alguien con vida por lo que los esfuerzos de búsqueda se cancelaron después de ocho días. El 21 de octubre, después de buscar un total de 142 horas y 30 minutos, los buscadores concluyeron que no había esperanzas y dieron por finalizada a la búsqueda. Decidieron esperar el verano para recuperar a los cuerpos de los fallecidos cuando la nieve se derritiera.

La supervivencia

Los sobrevivientes se enfrentaron a condiciones extremas, incluyendo temperaturas bajo cero, hambre y sed. Para sobrevivir, tuvieron que recurrir a la antropofagia, comiendo la carne de los pasajeros fallecidos. También tuvieron que construir refugios para protegerse del clima y buscar agua.

La decisión de recurrir al canibalismo no fue fácil. Los supervivientes eran católicos y temían una condena eterna. Algunos racionalizaron el acto como equivalente a la eucaristía, mientras que otros lo justificaron según el versículo bíblico de Juan 15:13: «Nadie tiene mayor amor que este: Que ponga su vida por sus amigos».

Hay que entender que se vieron obligados a tomar una decisión difícil para sobrevivir. Comieron la carne de sus amigos muertos, una decisión que los marcó para el resto de sus vidas. Antes de esa dificilísima decisión tenían un suministro limitado de alimentos: ocho barras de chocolate, una lata de mejillones, tres frascos de mermelada, una lata de almendras, una lata de dátiles, caramelos, ciruelas secas y algunas botellas de ron. Este suministro se agotó en una semana.

Los sobrevivientes intentaron comer otras cosas, pero no pudieron encontrar nada comestible. Intentaron comer algodón y cuero de los asientos del avión, pero enfermaron. Se dieron cuenta de que tenían que comer carne humana para sobrevivir. Decidieron que, en caso de morir, los demás podrían consumir sus propios cuerpos. La decisión de comer carne humana no fue fácil. Algunos temían una condena eterna, otros se opusieron hasta que se dieron cuenta de que era la única opción para sobrevivir.

La búsqueda de ayuda

Parrado y Canessa no tenían equipo de escalada, ni experiencia en la montaña. Solo llevaban un saco de dormir, un poco de comida y una brújula. La escalada fue muy difícil. Los dos hombres tuvieron que atravesar nieve profunda y escalar paredes de roca. Después de tres días, llegaron a la cima de la montaña, pero no vieron ningún signo de civilización. Parrado y Canessa descendieron la montaña y siguieron caminando durante varios días más. Finalmente, el 21 de diciembre, vieron a tres hombres a caballo. Parrado les hizo una señal, pero el ruido del río imposibilitó la comunicación.

Al día siguiente, uno de los hombres regresó y Parrado le escribió una nota. En la nota, Parrado explicó que eran supervivientes del accidente aéreo y que necesitaban ayuda. El hombre entregó la nota a su jefe, Sergio Catalán. Catalán montó a caballo durante diez horas para llevar la noticia al ejército chileno.

El ejército envió tres helicópteros para rescatar a los sobrevivientes. Parrado guio a los helicópteros hasta el lugar del accidente y los 16 sobrevivientes fueron rescatados. Los supervivientes fueron llevados a hospitales en Santiago, donde fueron tratados por una variedad de condiciones, incluyendo mal de montaña, deshidratación, congelamiento, huesos rotos, escorbuto y malnutrición.

Es la historia real que se presenta en la película «La sociedad de la nieve», que antes hizo la película «¡Viven!» y que es un ejemplo de supervivencia extrema.