
La crónica del Dépor-Cádiz CF (1-0) de Vera Luque: Mis terrores favoritos
José Antonio Vera Luque analiza la última derrota del Cádiz

Hay una extraña necesidad en los seguidores del cine de terror, como éste que les escribe, en disfrutar de ese momento de tensión en el que el plano elegido por el director te está anticipando el susto gordo,el subidón de volumen sonoro, la aparición del mostru correspondiente, y con ello, el desparrame de adrenalina y el revolcón momentáneo del corazón acompañado de un “susmuertoh” combinado con cierta risa floja.
Esta querencia por el pánico nos entrena para lo que nos queda de temporada como seguidores de esa dulce condena que nos puso la vida por delante el día que nos hicimos cadistas. Al equipo de nuestros amores y nuestras ansiedades no le satisface las medias tintas, y antes de una primavera indiferente, infarta a sus seguidores cuando no corren buenos tiempos para saturar las Urgencias de los hospitales.
¿Pensaban que la temporada ya estaba finiquitada? Juass. En la miniliga de ocho partidos que quedan por delante, se inicia una competición de persecución, en la que nos separan seis puntos del acantilado. Seis puntos, dos partidos y la pirula, entre un equipo, el nuestro, con las marcas de la almohada en el cachete y afincado en la desidia, y el que esté ahí abajo, agitando los brazos para no ahogarse, y con la excitación implícita en el que todavía tiene esperanzas de mejorar. Lo mismo cincuenta puntos no son suficientes. Con cincuenta descendimos en el 2010, el último descenso a los infiernos. Cuidadín.
Cierto que el partido fue igualado. No hay discusión en ello. Miramos números y la cosa estuvo fifty-fifty en casi todo. Si en algo se refleja la desigualdad es quizás, en esas caras de mala leche al final del partido. La cámara enfocó a un futbolista del Dépor, y éste festejaba los tres puntos con actitud comparable a un figurante cualquiera de Braveheart después de atravesar con la espada a uno de los del otro ejército en pleno campo de batalla y hasta las canillas de fango. Actitud espartana y venas del cuello en relieve.
Hace mucho tiempo que esa reivindicación racial y gladiadora no se vislumbra en los futbolistas amarillos. Algunos incluso han aprovechado los festejos más para el reproche a la afición, o para aliviarse la autoestima. De cara al aficionado, no nos llega un Cádiz épico y con cierta dosis de visceralidad, que es lo que empieza a pedirnos el cuerpo después de pasar esa fase del campeonato en la que el objetivo ya no es ambiguo. Tal vez el secreto esté en que el míster fuera capaz de endiñarle a sus jugadores una dosis extra de sangre en los ojos, de mirada de Rocky Balboa, de mentón saliente en el intercambio de banderines, asunto este que parece complicado en ese duermevela en el que parece estar instalado el grueso del vestuario. Y si no es así, ya que un servidor como usuario y/o cliente del graderío no lo detecta, al menos que lo exteriorizaran, que interpretaran un poquito la tensión. Que los paganini de la butaca o del butacón, al menos nos lo creamos.
Antes de terminar, la puyita semanal dirigida a esa parte del club que ni se viste de corto, ni corretea en el césped. Del plantel actual, un 75% tiene contrato en vigor para el año que viene. Entre ellos alguno que otro que, el día que se sentó a cambalachear, recibió mucho más de lo que ya le queda por aportar. A poco que los encargados de diseñar el grupo del año que viene no estén habilidosos a la hora de soltar lastre, nos comemos con patatas fritas y su chorreón de ketchup a unos pocos de futbolistas que aquí ya llevan dos años seguidos amortizando los ratitos buenos que en su día dieron y sirvieron para un par de permanencias en Primera de forma agónica.
Los ciclos se acaban, y cada vez que se anuncian alineaciones y convocatorias, en la lista se reiteran nombres y apellidos que nos hace directamente entrar en la rutina más cansina que se puedan imaginar. ¿Otra vez? Digo picha, otra vez. A la plantilla le hace falta un plan Renove casi al completo. Pero para que eso ocurra, los de la corbata necesitan encarar una serie de papelones complicados, tanto para soltar como para captar a los aspirantes a nuevos ídolos de la afición. Y no te digo nada, del entrenador, que si bien llegó con aires de nuevo gurú, ya empiezan a abordarnos las dudas de si el proyecto del 2026 lo tiene que comandar, o si una vez que finiquite la salvación (esperemos) hay que darle las gracias por los servicios prestados y despedirlo con una buena mariscada, copaso y su reloj bueno de regalo.
Todo resulta opaco a estas alturas. Y una cosa son las pelis de terror, donde hay trampa y cartón, y otra la realidad. Me gusta el género, pero no tanto.