
Condenado a 7 años de cárcel por violar a una Erasmus en Cádiz
La víctima denuncia que pese a que la sentencia es firme desde noviembre, el condenado sigue libre por una alegación médica

Un vecino de Cádiz de 36 años ha sido condenado de forma firme por el Tribunal Supremo a siete años de prisión por violar a una estudiante italiana de Erasmus, de 23 años en el momento de los hechos.
La sentencia que ya es firme, dictada por el alto tribunal en noviembre de 2024, considera probados los abusos cometidos en enero de 2019 en la capital gaditana, pero pese a la firmeza del fallo, el condenado sigue en libertad.
La situación se debe a que la defensa del condenado, identificado como F. J. L. R. y conocido como El Trola, ha alegado que padece una enfermedad incurable, lo que ha paralizado de momento la ejecución de la condena. El proceso se encuentra a la espera de que el Instituto de Medicina Legal le asigne una cita para ser evaluado por un médico forense.
La justicia española, garantista por naturaleza, funciona a un ritmo que muchas veces desespera a las víctimas. Su lentitud se entiende dentro de un sistema que prioriza los derechos y las garantías del acusado hasta agotar cada instancia. Sin embargo, hay ocasiones en las que esa paciencia de la víctima se evapora por completo.
Uno de esos casos es el que denuncia una víctima de esta violación en Cádiz, Antonella Tonani. El plazo para su ingreso en prisión finalizó el pasado 7 de febrero, señala. Hoy, dos meses después, continúa en libertad. Antonella lamenta que el condenado continúe libre. Tras más de seis años desde la denuncia, insiste en la frustración que le produce ver cómo la sentencia no se ejecuta mientras ella, desde Italia, sigue aportando todos los datos que están a su alcance. "Sé dónde vive, sé si su piso es el de la derecha o el de la izquierda. Y aun así nadie hace nada", expresa con desesperación.
La joven quiere que se conozcan con detalle los hechos por los que se le ha condenado, no solo para que la sociedad sepa exactamente lo que ocurrió, sino también porque, en sus propias palabras, "yo ya pasé la vergüenza, ahora que la pase él. Ya no me avergüenzo de lo que pasó. Pero que se sepa lo que hizo y no se lo pueda hacer a otra y que sienta vergüenza por ello".
Una agresión sexual brutal, según recoge la sentencia
La historia se remonta a finales de 2018, cuando Antonella Tonani, una estudiante italiana de Erasmus de 23 años, llegó a Cádiz para cursar estudios universitarios. Allí conoció a El Trola. Según la sentencia firme del Tribunal Supremo, en la noche del 6 al 7 de enero de 2019, el acusado se presentó en la estación de tren de Cádiz, la esperaba vestido de blanco y con un anillo en la mano. Le propuso matrimonio. Ella no supo cómo reaccionar, estaba desbordada por la situación.
Ambos se dirigieron al domicilio de la joven. Antonella le pidió que se marchara, que no se quedara en su casa. A pesar de ello, El Trola insistió en permanecer allí. Ya en la habitación, y según recogen los hechos probados de la sentencia, él se metió en la cama con ella, que se encontraba de espaldas. Aprovechando la falta de fuerza en sus brazos debido a intervenciones quirúrgicas previas, la inmovilizó, le abrió las piernas y la violó vaginalmente mientras la joven, impotente, lloraba y le pedía que parase. Al finalizar, eyaculó en su interior y se quedó dormido.
Pero no fue el final de la agresión. Horas después, alrededor de las seis de la mañana, El Trola trató de repetir el ataque. En esta ocasión, Antonella consiguió cerrar las piernas con fuerza para evitar la penetración, aunque el agresor la inmovilizó de nuevo y eyaculó sobre su cuerpo. La sentencia considera estos hechos como dos delitos: uno de agresión sexual consumada y otro en grado de tentativa.
Las pruebas que sustentaron la condena fueron rotundas. Además de la declaración firme y persistente de Antonella, que los tribunales consideraron "coherente y detallada", se sumaron los testimonios de su compañera de piso, y de su amiga. Ambas corroboraron el estado de la víctima aquella noche: llorando, sin fuerzas, ida. La compañera de piso escuchó el cabecero de la cama golpear la pared, pero, a diferencia de otras ocasiones, no percibió gemidos de consentimiento. Tampoco en el segundo intento de agresión, en la madrugada.
A ello se añadió un informe psicológico demoledor. Los peritos certificaron que Antonella sufría un trastorno de estrés postraumático, que se manifestaba en rechazo a las relaciones sexuales, insomnio, pérdida de apetito, necesidad constante de compañía incluso para ir al baño, e hiperalerta constante. Antonella, que hasta entonces dormía en su cama, acabó refugiándose en un sofá para sentirse más segura.
La secuencia de pruebas incluyó también los mensajes que el agresor enviaba insistentemente a la víctima. En uno de ellos, El Trola la acusaba de estar "follando con portugueses" durante sus vacaciones y le advertía que mataría a cualquiera que se interpusiera entre ellos. En otro mensaje, le enviaba una fotografía con una pistola apuntando a su propia sien. Tras la agresión, la persecución continuó por otros medios señala Antonella.
Condena firme
La justicia reconoció el calvario vivido por la joven. La Audiencia Provincial de Cádiz, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y, finalmente, el Tribunal Supremo, coincidieron en que los hechos constituían una agresión sexual. El Supremo, en una sentencia firmada el 20 de noviembre de 2024 bajo la ponencia del magistrado Pablo Llarena Conde, ratificó la condena: cuatro años y seis meses de prisión por el delito consumado, dos años y seis meses por el delito en grado de tentativa, sumando un total de siete años de cárcel firme, además de once años de orden de alejamiento, ocho años de libertad vigilada, diecisiete años de inhabilitación para trabajos con menores y una indemnización de 6.000 euros para la víctima.
La fecha para que el condenado ingresara en prisión era el 7 de febrero de 2025. Pero a día de hoy, la orden de detención no se ha hecho efectiva. Antonella, que reside en Italia, asegura que ha facilitado toda la información necesaria a las autoridades. "Si yo desde Italia sé dónde vive, sé si su piso es el de la derecha o el de la izquierda, ¿por qué así nadie hace nada?", insiste con impotencia.
A lo largo de la conversación telefónica que mantuvo con Cádiz Directo, la víctima insistió en que la única razón por la que se respeta la orden de alejamiento es porque ella ya no vive en Cádiz. "No ha cumplido ni un día de condena. No ha pagado la indemnización. Sigue libre, y la única razón por la que no se salta la orden es porque yo me fui".
La sensación de desamparo de Antonella se intensifica al recordar que, durante el proceso, tuvo que ser acompañada incluso para ir al baño dentro de la universidad. La presión no solo vino del agresor, sino también de su entorno. Según relata, el propio padre del condenado llegó a hacerse pasar por policía para intentar coaccionarla. La víctima también sostiene que cree que no fue la única, y que otras estudiantes Erasmus habrían sido objeto de acoso por parte de El Trola, repitiendo el mismo patrón de control y asfixia. "Creo que lo hizo con una chica alemana también y puede que con una francesa. Usó la misma técnica", señala.
Una trayectoria judicial larga
La trayectoria judicial del caso fue larga. La Audiencia Provincial de Cádiz dictó la primera sentencia en junio de 2021, condenando al acusado a diez años de prisión. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ratificó este fallo en 2022. Posteriormente, con la entrada en vigor de la Ley Orgánica 10/2022, conocida como la ley del "Solo sí es sí", el Tribunal Supremo revisó la condena, ratificándolo en los términos ya citados: siete años de prisión firme, once años de alejamiento, ocho de libertad vigilada y una indemnización de 6.000 euros para la víctima.
Desde Italia, la víctima sigue luchando por ver cumplida la condena. "No ha cumplido ni un día de condena. No ha pagado la indemnización. Sigue libre, y la única razón por la que no se salta la orden es porque yo me fui", lamenta Antonella, que recuerda también cómo tuvo que ser acompañada hasta los baños de la universidad por miedo a represalias.
Además, insiste en que la enfermedad alegada por el condenado no es terminal y que, según los propios documentos presentados por su defensa, la operación fue en 2021. "Más que nada, la enfermedad que ha presentado no es terminal. Él ya está curado, y en el mismo documento que presenta está escrito que la operación fue en 2021. ¿Por qué no recurrió en 2021?", se pregunta con indignación.
Antonella también critica la falta de respuestas claras por parte del sistema judicial. "¿Por qué, cuando no cumple con las cosas, no lo notifican con una fecha concreta? ¿Por qué no le dan un plazo, y tenemos que ser nosotros quienes lo exijamos? No ha cumplido con nada, y no le dicen nada. ¿Ni siquiera una notificación por no haber pagado lo que ya debería haber pagado?", denuncia.
La víctima relata cómo el proceso le ha resultado caótico y plagado de cambios inesperados. "Ahora están evaluando lo de la enfermedad, y el mismo día en que tenía que salir el resultado del tribunal de Granada, cambiaron de juez. Al final, la cosa se vuelve un caos", señala con frustración. Por eso, Antonella insiste en que no se puede presentar este recurso como una justificación válida para eludir la condena.
La despedida de Antonella en la conversación telefónica en la que narró a Cádiz Directo su historia y sus temores resultó especialmente impactante:
- Antonella, ¿podemos poner tu nombre? ¿Quieres que lo ponga?
- Mi nombre puede salir, porque ya no me da vergüenza. He aprendido a vivir con esto y con este dolor.