
Denuncian inseguridad y narcotráfico a pocos metros del Ayuntamiento: miedo en Sopranis y San Juan de Dios
Alertas del incremento del tráfico de drogas y la violencia a escasos metros del Ayuntamiento.

Miedo. Pero miedo de ir mirando hacía detrás cuando vas andando por la calle porque te has enfrentado con un grupo de personas. Miedo por la inseguridad, por el posible tráfico de drogas y porque sientes que ni la Policía ni el Ayuntamiento te hacen caso.
Y no es un hecho aislado o en un lugar recóndito. Es a pocos metros del Ayuntamiento de Cádiz y día tras días. No pueden más, aseguran, y por eso quieren que su denuncia se haga pública. Así se sienten el vecindario y la gente de los comercios y establecimientos de San Juan de Dios, Plaza de las Canastas y la calle Sopranis. Hasta el punto de denunciar sin querer que aparezcan sus nombres.
“No entiendo cómo se permite esto al lado de un Ayuntamiento, con todos los niños que hay por la tarde”, me confiesa una persona que ha decidido contar su experiencia bajo condición de anonimato por temor a represalias. La preocupación es tangible y la resignación crece cada día entre quienes lidian con una realidad que, según relatan, se repite sin que las autoridades actúen de manera efectiva.
La situación, señalan, no es nueva, pero sí ha ido en aumento, alcanzando niveles alarmantes. “Nos amenazan en cuanto se les lleva la contraria o se les dice que no pueden hacer una cosa u otra”, explica esta persona, dejando claro que la convivencia diaria está marcada por la tensión. La denuncia va más allá de un simple malestar vecinal; lo que ocurre en Sopranis y San Juan de Dios es la radiografía de un problema estructural: la falta de acción frente al tráfico de drogas y la violencia asociada. Y se va a extendiendo a otras calles.
Los testimonios coinciden en un patrón que se repite a diario. “Paseo y tengo que estar mirando para atrás”, relata mientras insiste que prefiere mantenerse en el anonimato. La inseguridad no es solo sensación, sino una realidad que se traduce en amenazas directas, robos, y la sospecha constante de que la zona es un punto de venta activo.
Según estas personas, las calles de esta zona, a un paso del Ayuntamiento, se han convertido en un espacio donde la droga circula y donde se ve con impotencia cómo se tensa la convivencia. “Denunciar, ¿para qué? Entran y salen sin que pase nada”, lamenta. En ocasiones, la Policía pasa por la zona sin intervenir, “un día pasaron y ni les dijeron nada”, añade con frustración.
Esto genera un efecto dominó: “Solo vienen cuando hay peleas, pasan de todo… Cada vez está peor”. Los enfrentamientos, en muchos casos violentos, ocurren incluso a plena luz del día y frente a menores. “Cada dos por tres hay peleas, con niños delante, con palos, botellas…”.
El foco del conflicto, según indica la fuente, tiene un epicentro claro: “Desde la casa okupa en Sopranis…”. Sin embargo, más allá de este espacio señalado, el malestar general se extiende por la zona. Los implicados se colocan estratégicamente frente a los locales, observando con actitud desafiante y esperando la oportunidad de entrar y robar.
La situación es insostenible también para todo el mundo. “No se puede aguantar… No podemos ni aparecer porque tenemos miedo, llegan y te amenazan… Se está manejando droga delante de nosotros”, expresa con impotencia una de las personas denunciantes.
Esta combinación de inseguridad, tráfico de drogas y ausencia de una respuesta firme por parte de las autoridades locales está afectando la calidad de vida y la actividad comercial de toda la zona. “No entiendo cómo lo consienten, cómo lo permiten al lado de un Ayuntamiento”, insiste.
Por la mañana, con la presencia de vehículos policiales y oficiales y el ajetreo de la actividad administrativa, la situación se controla algo más. “Por la mañana, como hay actividad en el Ayuntamiento, hay un coche de Policía y se controlan un poco más, pero por la tarde que no hay coche…”, describe con temor la fuente. Al caer la tarde, la situación se desborda y el ambiente se vuelve más hostil y peligroso.
Lo que más alarma a los vecinos es la impunidad: “Que los registren, que droga van a encontrar seguro… y las miradas amenazantes no cesan”. La sensación de que los puntos de venta están operativos sin esconderse es casi un clamor vecinal. “No sabemos por qué paran ahí, hay un punto de venta, pero hay un grupo que se quedan… Llegan amenazas”.
La amenaza es constante y directa. “Amenaza de uno: te voy a apuñalar… Tenemos que estar aguantando esto todos los días”, señala la fuente, que denuncia la falta de respuesta efectiva por parte de las fuerzas de seguridad. “La Policía nos dice que denunciemos, ¿para qué? Para que luego nos coja por la calle y nos pegue una puñalada”, expone sin rodeos.
El desamparo es otro de los temas que más indigna. “He hablado con el Ayuntamiento y no hacen nada… Cuando vienen políticos los quitan rápido”, admite la persona entrevistada, sugiriendo que existe una cierta permisividad. La frustración crece al constatar que no se aplican las sanciones que la ley contempla: “Que se sancionen, que no se puede beber en la calle… y venden de todo. Ese es el tema, que hay droga… y la Policía no hace nada”.
Mientras tanto, la vida sigue entre la resignación y el miedo. “Hay diez o doce toxicómanos y al rato no hay ninguno, es por algo”, sentencia, señalando que la rotación y los movimientos de personas son sospechosos para quienes llevan años viviendo o trabajando en la zona.
Frente a este panorama, tiene una petición clara: “A ver si con la noticia hacen algo, o la Policía viene y registran…”. La esperanza se mantiene gracias a la visibilidad que estas denuncias puedan aportar.