
El parto del (re) cambio de nombre del Estadio del Cádiz CF
Nueve meses después del anuncio municipal, nada se sabe del expediente para llamarlo Estadio Carranza

En el lenguaje popular, se dice que algo "ha sido un parto" o "es un parto" de procesos eternos, complicados, que acaban agotando a todos los implicados. Y eso es lo que parece que está siendo el intento del Ayuntamiento de Cádiz de cambiar el nombre del estadio de la ciudad por Estadio Carranza.
Este 27 de abril se cumplen nueve meses desde del anuncio del Ayuntamiento de Cádiz de que iniciaba el expediente para el cambio (o re-cambio) del nombre del estadio municipal para volver a llamarlo Estadio Carranza, el expediente sigue atascado, sin rastro de un "alumbramiento" cercano. Este es el proceso.
Todo empezó el 27 de julio de 2024, cuando el Ayuntamiento y el Cádiz CF anunciaron, de manera sorpresiva y cuando ya apenas existía en la ciudad debate en torno al nombre del estadio, que el Consistorio iba a iniciar al expediente para el cambio de nombre de la instalación, asumiendo la petición del Cádiz CF (entidad privada que tiene registrada la marca Estadio Carranza).
El argumento era que, al eliminar el "Ramón", el nombre Carranza quedaba "despersonalizado" y, por tanto, cumplía la Ley de Memoria Democrática y que de este modo se respetaba el sentir del cadismo. Así, en absoluto. La teoría parecía sencilla; la práctica se ha demostrado que mucho menos.
En estos nueve meses, el expediente se ha convertido en un laberinto. El Ayuntamiento, según ha podido saber Cádiz Directo, ha tenido problemas para encontrar técnicos que firmen informes favorables, conscientes de que el cambio podría contravenir la ley. Tanto es así, que el expediente tuvo que trasladarse del área de Memoria Democrática a la de Deportes. Incluso el concejal de la primera delegación, José Manuel Cossi, se mostró contrario a la operación, aunque rectificó seis horas después lo que había dicho en Ser Cádiz, aunque con poca convicción.
Mientras tanto, la coletilla "de buena fe" se ha convertido en una muletilla oficial. La ha repitido hasta la saciedad el alcalde Bruno García, la usó el concejal Carlos Lucero en el último Pleno y aparece en cada intervención sobre el tema. Es una forma de guardarse las espaldas ante la Justicia, por intentar un cambio de nombre que genera dudas legales. Sin embargo, tanto insistir en actuar "de buena fe" deja en el aire una sospecha incómoda: ¿hay algo que este equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Cádiz y su alcalde, Bruno García, no hagan de buena fe? Es un poco como aquello del valor en la mili, se le supone a toda accción municipal.
Respeto a la Ley de Memoria Democráctica
La cuestión legal es seria. El Gobierno central ha advertido que el cambio podría vulnerar la Ley de Memoria Democrática. Asociaciones memorialistas, plataformas ciudadanas y partidos como el PSOE y Adelante Izquierda Gaditana han denunciado que el intento de "despersonalizar" a Carranza es un fraude de ley.
Además, el hecho de que el proceso lleve empatanado nueve meses revela un llamativo contraste con otros cambios de nombre en la ciudad: plazas que se han rebautizado en cuestión de semanas mientras el expediente del estadio sigue enredado entre silencios, presiones internas y amenazas de recurso.
En estos meses, también ha quedado más al descubierto la figura histórica de Ramón de Carranza: alcalde durante la dictadura de Primo de Rivera y durante los primeros tiempos del franquismo, implicado en procesos de depuración y represión tras el golpe de Estado de 1936. A día de hoy, recordar su papel es recordar la cara más oscura de la historia de Cádiz.
Con la polémica de nuevo en los focos, las advertencias legales encima de la mesa y el expediente aún inconcluso, el cambio de nombre del estadio es toda una incógnita. La duda es si se trató de un brindis al sol del Bruno García y el PP para contentar a su gente sabiendo que no podrían llevarlo a cabo o sí realmente piensan que es posible. Mientras tanto, el Ayuntamiento se aferra a la "buena fe" como salvavidas político, en un proceso que, de momento, sigue siendo, nunca mejor dicho, un parto. Nueve meses después del anuncio.